En los últimos 40 años, la incidencia de diabetes gestacional pasó de un 4% a un 20% en las embarazadas chilenas. Actualmente 1 de cada 5 embarazadas desarrolla este cuadro, y según la académica de la Carrera de Nutrición y Dietética de la Pontificia Universidad Católica, Bárbara Samith, el embarazo posterior a los 35 años y el aumento de los índices de obesidad serían los dos factores más importantes de esta estadística creciente.
La diabetes gestacional es un cuadro clínico caracterizado por cualquier grado de intolerancia a la glucosa que se manifiesta durante el embarazo. Es importante aclarar que este tipo de diabetes no se transfiere al feto, por lo que el bebé de una madre con diabetes gestacional no nace con esta condición; no obstante, si los niveles maternos de glucosa en sangre no son controlados adecuadamente, éstos traspasan la placenta y podrían afectar al bebé haciéndolo crecer de manera más acelerada. Para Samith, un bebé muy grande para la edad gestacional implica más riesgo de requerir una cerárea, pero además, un bebé que pesa más de 4 kilos (macrosomía) al nacer podría quedar con una marca metabólica que, podría aumentar el riesgo de enfermedades crónicas en su vida adulta. Una vez sucedido el parto, la diabetes gestacional desaparece en un 99% de los casos.
La académica de la Carrera de Nutrición y Dietética, y magister en Nutrición Clínica de la Pontificia Universidad Católica, cuenta con más de 7 años de trayectoria en el ámbito de nutrición y embarazo, desarrollando estudios sobre consumo de ácidos grasos y de vitaminas en el embarazo; y recalca la importancia de monitorear a las pacientes con diabetes gestacional, tanto en su aumento de peso en el embarazo, sus índices de glucosa sanguínea y el crecimiento del feto. “Si la diabetes gestacional no está bien controlada, podría implicar que el feto esté muy grande para su edad gestacional”, sostiene.
El mecanismo de detección de este cuadro consiste en una prueba de tolerancia a la glucosa oral, que es realizada a toda mujer embarazada por indicación del Ministerio de Salud, la cual se realiza a partir de la semana 24 del embarazo, en la que la madre debe tomar 75 grs. de glucosa y esperar dos horas, para luego analizar los valores de glucosa en la sangre.
A partir de la semana 24 de gestación, comienza a existir una resistencia a la insulina que irá en aumento, situación que es normal que ocurra en el embarazo. La acción de la insulina empieza a ser más “ineficiente” durante esta etapa, debido a factores hormonales que preparan a la madre para la lactancia. “Precisamente la hormona lactógeno placentario logra que haya más resistencia a la insulina. Muchas veces la capacidad del páncreas de la madre no alcanza a secretar la cantidad de insulina necesaria y aparece esta glucosa un poco alta en esta etapa del embarazo, diagnosticándose diabetes gestacional”, explica la especialista.
La diabetes gestacional es un cuadro que una vez diagnosticado, debe ser tratado durante todo el embarazo. “Las mujeres con factores de riesgo para su desarrollo corresponden a aquellas que se embarazaron con sobrepeso u obesidad, que tengan diagnóstico de resistencia a la insulina previo al embarazo, o que se hayan embarazado después de los 35 años. Pese a lo que muchos piensan, no son embarazos en que la madre no pueda consumir carbohidratos, sino todo lo contrario: deben consumirse siempre, pero más bien controlar su calidad, cantidad y distribución en los tiempos de comida”, añade la nutricionista.
La primera prioridad nutricional, es que la ingesta de energía siempre sea suficiente para que la mamá pueda subir de peso adecuadamente y se prevenga una desnutrición materna y del feto. El segundo objetivo sería minimizar las alzas bruscas de azúcar o glicemia en la sangre y mantenerla dentro de rango óptimo, razón por la cual la alimentación debe ser distribuida en a lo menos tres comidas principales y dos a tres colaciones.
“Se debe moderar el consumo de carbohidratos y priorizar los que vengan de fuentes integrales como arroz integral o pan integral. Estos carbohidratos deben distribuirse de forma parecida en todas las comidas principales. Asimismo, deberá eliminar el azúcar de mesa (sacarosa) y cualquier derivado como la miel y azúcar morena; éstos podrían ser reemplazados por endulzantes artificiales como la tagatosa, sucralosa y stevia, en cantidades muy moderadas. Se debe incorporar una dieta saludable y variada, que incluya frutas, verduras, alimentos integrales, grasas de buena calidad como palta, frutos secos, aceites vegetales, aceita de oliva, canola, además de lácteos descremados, huevos y carnes magras”, detalla la docente.
En general se debe moderar la cantidad de frutas, no excediendo las 3 unidades diarias (pequeñas en tamaño, equivalente a 1 taza) y con especial cuidado con frutas de verano más difíciles de medir en porción (como melón, sandía, frutillas y guindas). Frutas como la uva y el mango están prohibidas porque son demasiado dulces.
Samith enfatiza que la alimentación es siempre el pilar fundamental en el tratamiento de la diabetes gestacional. Cuando la condición de salud de la embarazada lo permita y sea compatible, complementar el tratamiento con ejercicio físico tiene un mayor beneficio en el control de este cuadro.
Si una mujer ha tenido diabetes gestacional, existe una mayor probabilidad de que se repita en un futuro embarazo. Además, existirá un riesgo del 60% de tener diabetes tipo 2 luego de 10 años, por ello la importancia de tener una alimentación saludable y hacer ejercicio para poder mantener un peso saludable, factores fundamentales en la prevención de la diabetes tipo 2.
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